Uchi
- Antonella Recancoj
- 2 feb 2021
- 2 Min. de lectura
...los días son imperdibles cuando hay tazas humeantes de café...

Sentí el aroma acercarse a mi mesa, esta vez en un espacio cerrado y el día despejado, pero con vientos ondeando; los días son imperdibles cuando hay tazas humeantes de café frente a mí, rodeada de un ambiente diferente como cuando alguien sale en busca de nuevos aires, alejada de la cotidianidad y de los cafés comerciales, me encontraba acompañada para disfrutar del puro placer de una tarde de café.

A veces damos por sentado a quienes más importan, pensando que siempre están allí, no nos tomamos el tiempo de compartir con ellas y crear memorias, se nos olvida lo efímero de la vida, que un instante cada segundo es pasado y nos quedamos solo con lo disfrutado.
La cita de esa tarde era con personas importantes, del tipo columna y baluarte, el lugar era relativamente nuevo, como quien va en busca de nuevos horizontes, así siempre ando en continua caza de nuevos lugares para disfrutar el café. Los minutos pasaron y con seguridad de lo que buscábamos, de pronto nos encontrábamos cómodos en medio de la ciudad, pero rodeados de un concepto simétrico lleno de color. La mesera se acerca y nuestros corazones esperan, la orden se va y el proceso comienza, la máquina de espresso comienza su labor, mientras que en la mesa se forman las palabras y la complicidad de quienes son portadores de secretos únicos e historias jamás contadas.

Rodeados de mesas formadas en línea vertical, cada una alberga una propia realidad, mundos paralelos a los demás y relaciones llenas de autenticidad. Opciones dulces y saladas van y vienen de la barra, ideales para merendar o para comer formal, bebidas frías y calientes como las personalidades variadas que se reúnen en el mismo lugar.
Prontitud en la orden llegó a nuestra mesa, el café en su punto, fuerte como el viento que corría en esa tarde; puntos de conexión en cada mesa, además de la conexión de almas del que hora tras hora es testigo el lugar.
El tiempo pasó y el café se acabó, una tarde más se ha ido y prosigue su camino, hasta el próximo encuentro que aporte algo nuevo, que alimente el corazón y satisfaga el paladar de un nuevo café por llegar.


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