Pias Bakery
- Antonella Recancoj
- 4 feb 2021
- 2 Min. de lectura
Como las opciones que tenemos en la vida, así el menú desplegaba tantas como las horas lo ameritaran...

El día era diferente y la tarde comenzaba a caer, la agenda se estaba terminando, pero todavía quedaba más por hacer; no era momento para salir de la ciudad y siendo tan importante reconocer los tiempos para hacer o dejar de hacer, ese día decidí quedarme en las cercanías de aquel lugar.
La cita comenzaba, yo llegaba puntual al encuentro y a lo que la vida me preparaba para ese momento. Crucé el umbral y si así lo hubiese elegido, pude haberme detenido y pedir para llevar. Frente a mí toda una orden de postres dulces para degustar, como quien teme adentrarse más y prefiere quedarse solo con lo superficial, como quien no se atreve a conocer lo que hay más allá y se pierde de conocer lo que la vida le regala, se queda con lo que está en la entrada y se pierde de todo lo que hay detrás.
Pasado el primer ambiente, a mi derecha una chimenea y frente a ella un lugar que invita a los actores a sentarse y conversar, el lugar oportuno para esperar el final de la tarde y perderse entre miradas cómplices que guardan sus propios secretos.
Llegué al fondo del lugar, no quería privarme de ver qué había al adentrarme, un jardín que al observar describe el cuidado que debería tenerse para regar el alma, un árbol de muchas ramas listas para seguir extendiéndose y colgar recuerdos, calentadores para cuando la noche llega de invitada como cuando nos animamos a encender la llama, muebles que incitan a la comodidad, aquella que debe permanecer solo por un momento, pues en ocasiones es necesario salir de ella; todo bajo una pérgola que anida tantas historias como las estrellas del cielo.
Como las opciones que tenemos en la vida, así el menú desplegaba tantas como las horas lo ameritaran, el tiempo de preparación fue el adecuado y después de haber terminado, finalmente, el postre había llegado, casi tan favorito como la compañía de quienes amamos.
El lugar propicio para que las interrupciones del mundo no aterricen, para tomar un café o un vino disfrutando del instante, estar presente para uno mismo o para la cita del día y olvidarnos de lo malo para disfrutar de la vida, para comenzar el día o para terminarlo, emprendiendo nuevos proyectos o terminándolos, hasta que un nuevo amanecer acontezca y un nuevo café se aparezca.
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