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Latinoamérica atrasada

  • Foto del escritor: Antonella Recancoj
    Antonella Recancoj
  • 5 feb 2021
  • 3 Min. de lectura

Andrés Oppenheimer, periodista y columnista de The Miami Herald, con todo un currículum que lo respalda y premios ganados, entre ellos el Pulitzer de 1987 como co-ganador, escribe un libro sobre la obsesión de Latinoamérica con su historia pasada y la relación con otros países que, a pesar de tener miles de años de historia y conflictividad, han logrado más avances en comparación con estos y quienes incluso, tienen un alto índice de competitividad en el mundo y poseen estilos de vida avanzados en todas sus ramas, muy por encima de la mayoría.


La obra es un best seller titulado ¡Basta de historias! con el cual recién me encontré, pero cuyas primeras páginas ya me han llevado a reflexionar sobre la situación actual de la región latinoamericana versus el resto de países. El autor hacía algunas preguntas, políticamente incorrectas como él las definía, que literalmente cuestionan:


“¿Es saludable esta obsesión con la historia que nos caracteriza a los latinoamericanos? ¿Nos ayuda a prepararnos para el futuro? ¿O, por el contrario, nos distrae de la tarea cada vez más urgente de prepararnos para competir mejor en la economía del conocimiento del siglo XXI?”

Es impresionante ver la precisión de estas interrogantes y el choque a la realidad con el que nos trae de vuelta de todo ese idealismo que tenemos en Latinoamérica referente a nuestra situación. Por una parte, durante tanto tiempo nos hemos valido del papel tercermundista que se nos asigna para escudarnos de él respecto al por qué de nuestros sistemas precarios o respecto al por qué de la condición de pobreza y falta de acceso a oportunidades, entre tantas otras carencias y calidades; por otra parte, según mencionaba el autor, hemos llegado a sentirnos “orgullosos” por los logros conseguidos, que no son excelentes, pero que “para ser tercermundistas” son logros importantes que deben aplaudirse y, en muchos casos, hasta alardearse.


Lo anterior no significa una especie de ataque a la región, es de reconocer que se han logrado algunas cosas que en otro tiempo no hubiera sido, ni siquiera, imaginable, pero el vivir constantemente en esa comparación al pasado es precisamente lo que genera un estancamiento de innovación en la manera de pensar y de hacer, limita el conocimiento y el actuar.


Surge la tendencia de estancamiento durante un largo periodo de años a raíz de un pequeño logro conseguido y ello trae como consecuencia que se quite la mirada al futuro innovador y no se trabaje por desarrollar mucho más allá de lo conseguido. Muchas veces, en Latinoamérica no se trabaja por competir con países desarrollados, no nos preocupamos por invertir en tecnología avanzada porque no hay quien pueda utilizarla, no nos consideramos capaces incluso, de desarrollar las aptitudes necesarias para crear servicios capaces de competir a nivel internacional, nos conformamos con una educación superior que de superior no tiene nada o tiene muy poco, nos vanagloriamos de los años de fundación de algunas casas de estudio sin preocuparnos por el nivel de educación que realmente se tiene, nos quedamos con lo que tenemos y no nos preocupamos por lo que podemos llegar a tener.


Los Estados han tratado de negociar acuerdos regionales para “favorecer el comercio” entre los países, en lugar de tener una visión que tienda a mejorar el nivel de competencia con países internacionales para que con ello podamos generar y crear de la misma forma en que sucede en dichos países y no quedarnos únicamente con la talla que pueda dar un recurso nacional.


Tendemos a ser países conformistas y a tener una obsesión con la historia pasada que no nos permite avanzar, países que día con día aprovechan cualquier momento políticamente oportuno para continuar abriendo “heridas” cuya opinión está dividida y con las que no logran más que buscar los mal acostumbrados resarcimientos de los cuales continúan sangrando económicamente a países que no tienen la capacidad de pagarlos, continúan recordando historias, gobiernos y conflictos, que si bien son importantes de saber, el hecho de su existencia no generarán competitividad nacional ni aumentarán el conocimiento necesario para tener avances en el futuro.


Latinoamérica no puede avanzar si se queda con la mentalidad en el pasado y no se preocupa por lograr innovaciones en los campos en los que por temor o falta de educación adecuada, no incursionan como países. Si, como llevan a reflexionar estudios reales, nos quedamos con lo que ya ocurrió años atrás, continuaremos en una cíclica obsesión por el pasado que nos impedirá avanzar hacia el futuro.

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