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- Antonella Recancoj
- 22 ene 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 25 ene 2021
Aún cuando todo sume, la paz y la sonrisa no deben decaer, juntamente con la confianza que toda prueba o proceso nos fue asignado porque podemos atravesarlo...

Eventos recientes y lo porvenir se mezclan de continuo en un mar de reflexiones y pensamientos que invaden la mente. Una pluma nueva es la encargada de plasmarlos, uno de los obsequios más esperados.
Los años y las metas recién cumplidas o por cumplir, los anhelos más profundos del corazón, esos que nadie más conoce, la lectura inminente de obras literarias transcendentales, una oficina o un trabajo que mantener, los inevitables conflictos familiares o sociales, la continuidad de los propósitos de año, las miradas que se cruzan los lunes por la noche, la planificación diaria de actividades, las relaciones sociales, las innumerables tareas y más, son solo algunos de los tópicos que coexisten con el mes de enero en medio del propósito de ser más feliz, independientemente de cuál sea la circunstancia.
Aun cuando todo sume, la paz y la sonrisa no deben decaer, juntamente con la confianza que toda prueba o proceso nos fue asignado porque podemos atravesarlo y qué fuente más confiable que las palabras de un Dios vivo al asegurarlo.
Aferrarnos a los momentos más bonitos para avanzar, como aquellos momentos de adoración al Padre, esos viajes bonitos en los que entramos en contacto con la naturaleza, los cafés que degustamos una tarde de invierno, el rocío de la lluvia sobre la frente, la satisfacción después de ayudar al necesitado, las conversaciones profundas con los que importan, las sonrisas inevitables con alguien especial, las tardes frías acompañadas de la frazada favorita, los viajes en carretera no planificados, las horas que pasan sin sentirlas por estar sumergidos en las actividades que más gustan y cualquier momento que signifique algo y aporte serenidad y felicidad.
Recordar todo eso cuando una nube gris quiera posarse sobre nuestra alma y corazón es un ejercicio necesario para practicar. Después de todo, la forma de vivir la hacemos nosotros y no depende de un segundo o tercer humano, sino simplemente de la capacidad de buscar algo más que nos conecte, algo que ya está, pero que es necesario detenernos a observarlo y disfrutarlo.
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