La vida en un cuento

...un destino que es tan estático como las tempestuosas olas del mar...

Víctimas de nuestro propio cuento en medio de terrenos disputados, con historias del pasado que han transitado por ellos, en donde se han ventilado batallas, se han ganado y perdido guerras, terrenos por donde nuestros pies han alcanzado a flotar sobre ellos o en donde las inevitables caídas han dejado marcas inevitables.

Como si a la orden del día se tratara, llegan los memorables recuerdos plagados de emociones y sentimientos que llenan o vacían el alma, que alumbran u oscurecen los ambientes y que alivianan o sobrecargan la vida.

De un momento a otro transcurren historias de pasados o preocupaciones del futuro, dejando al presente en un absoluto vaivén de posibilidades desaprovechadas. Un café o un vino en una plaza o desde la intimidad de la habitación llena por dos personas rodea el espacio de un calendario atiborrado de citas, unas placenteras y otras rutinarias; la calma de un espacio en silencio con el único sonido del eco proveniente de los propios movimientos trae consigo reflexiones que remueven las entrañas del autor.

Trazamos planes que nunca se cumplen y nos sorprendemos de historias que irrumpen de forma espontánea nuestra existencia cual sorpresa de la vida como premio por nuestra supervivencia. Los latidos del corazón cuyo sonido sumergido se hunde en un pecho lleno de memorias y deseos mientras que en medio de la nada un cuerpo descansa inerte a la orilla de un mar a kilómetros de distancia del bullicio de la ciudad que conduce a remotos destinos con el afán de mantener cuerdos a sus habitantes.

Y al final del pasillo cubierto de viento, el personaje principal escribiendo letras al aire que lo van conduciendo a un destino que es tan estático como las tempestuosas olas del mar, como los ríos yendo de cauce en cauce y como las nubes que se forman y se disipan en variantes infinitas sin saber su paraje final.