Saltando charcos
- Antonella Recancoj
- 21 ene 2021
- 2 Min. de lectura
Caminamos por las aceras como si transitar por las calles estuviera prohibido...

La lluvia cayó, el viento sopló fuerte, no hubo mayor estrago, la tormenta desordenó un poco las cosas. Cuando hubo pasado, levantamos las persianas, abrimos las ventanas y salimos a las calles.
Caminamos por las aceras como si transitar por las calles estuviera prohibido, llevamos un paraguas por si vuelve a llover y evitamos los charcos como si saltar sobre ellos estuviera mal.
Esos charcos son personas en tu vida, personas que con el fin de no herir sus susceptibilidades provocan que evites a toda costa vivir de tal manera que seas tú mismo. Vives en cierto estado de inercia, pero a la vez con todas tus neuronas activadas para cuidar de los demás de modo que te olvidas de cuidarte a ti, de amarte más, de disfrutar cualquier momento solo porque te haga feliz a ti y no a los demás.
Olvídate del paraguas a propósito y si la lluvia vuelve a caer, date la libertad de sentir cada gota de agua como si acabaras de recibir el sentido del tacto.
La próxima vez que llueva, no bajes las persianas, disfruta ver las gotas caer por tu ventana; sal y transita por las calles, siente los recorridos de cada pisada, esa sensación que producen las calles adoquinadas y la libertad de llegar más lejos; olvídate del paraguas a propósito y si la lluvia vuelve a caer, date la libertad de sentir cada gota de agua como si acabaras de recibir el sentido del tacto; ve y salta cada charco que tengas enfrente sin importar el agua que salpique de él.
No evites vivir por temor a lo que los demás sientan al respecto, las personas que representan un charco en tu vida que realmente te aprecian, no pedirán nada de ti, serán felices viéndote bailar bajo la lluvia; pero más importante, si tú te aprecias a ti mismo, abrirás y cerrarás puertas cuando sea necesario, guardarás tu corazón y saldrás a disfrutar las lluvias y los vientos abrazadores cada vez que así lo quieras.
En este mundo estamos de paso, disfrutar de las pequeñeces nos preparará para contemplar mejor las grandezas de los días venideros, lo que hoy es un charco, mañana puede ser un torrente y solo nosotros decidimos cómo contemplarlo sin que corramos peligro de hundirnos en él.
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